En teatro, al tener que ponerse en la piel de todo tipo de personajes, se practican un gran número de sentimientos y emociones. Al interpretar personajes risueños, comenzamos a reír y, con ello, liberamos endorfinas que reducen el estrés y el dolor. Al interpretar personajes tristes o depresivos que nos invitan a llorar, y llorando desahogamos y calmamos el cuerpo.
Además, también se mejora la memoria, pues al aprender textos y recitarlos de forma activa entrenamos la mente y hacemos que el proceso de memoria y aprendizaje se agilice. Por otra parte, dado que se interpretan muy diversos personajes, aprendemos distintas formas de pensar que nos ayudan en la toma de decisiones y mejoran nuestra lógica.
También a causa de los distintos personajes que se hacen, mejoramos nuestra capacidad de empatía y de ponernos en la piel de los que nos rodean. Con ello, socializamos mejor y descubrimos aspectos de las personas que antes nos habrían resultado ajenas. Aumenta, así, la tolerancia, la paciencia, la confianza en el otro y la sociabilización con los compañeros.
Y no nos olvidemos de todos los beneficios relacionados con la creatividad y la imaginación. Y es que la cultura puede ser la clave de la salud. Expertos afirman que asistir a espectáculos teatrales o galerías de arte tiene efectos no solo sobre la buena salud, sino que afecta también a lo felices que nos sentimos.
Ahora dejemos de lado todo lo técnico y científico de los beneficios. Lo que realmente importa en el teatro es que te diviertes, conoces a nueva gente, sientes la adrenalina al inicio de cada actuación, te olvidas de los problemas durante las clases y te desinhibes.
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